
RANCHO QUERETE, DONDE EL AGUA ES MÁS AZUL
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Yamile Luguera

Para llegar a ese maravilloso entorno, salimos de La Habana muy temprano un lluvioso día invernal, pero a medida que avanzábamos hacia el Este por la carretera, el tiempo iba mejorando, porque nos alejábamos del frente frío, que irrumpía por el Occidente del archipiélago.
Llegamos a Rancho Querete (sitio perteneciente a la Empresa de Flora y Fauna) sobre las dos de la tarde, en los momentos en que atendía a un grupo de visitantes el director en aquel entonces de la Reserva Natural, Armando Falcón Méndez. Conocido por sus muchos amigos como “Armandito”, biólogo, especialista en la rama de la botánica.
Lo primero que llamó nuestra atención en ese lugar fue una poza alimentada por una pequeña cascada, donde el agua era tan azul que parecía teñida con añil, hasta imitar el color del cielo en un despejado día de verano.

Nos explicaron que este fenómeno se debe a la cantidad de carbonato de calcio disuelto de manera natural en el preciado líquido.
El contraste con los diferentes tonos de verde de la vegetación y el colorido de las flores, esparcidas como pinceladas impresionistas cargadas de luz, hacían que la composición pareciera salida de un cuadro de Claude-Oscar Monet (1840-1926).
El ambiente era fresco, saludable y delicadamente húmedo en torno a la edificación principal, una cabaña muy a tono con el lugar, que hace función de almacén, cocina y comedor de los trabajadores.

Justamente llegamos cuando se realizaba la actividad fundamental del sitio, el Jeep safari, que es el recorrido realizado por excursionistas llegados periódicamente en caravanas procedentes de Cayo Santamaría, que siguen un plan de divertidas y sanas actividades.
Los vehículos se quedan en el camino, a la entrada, donde familiarmente Armandito les da la bienvenida, y el resto de la visita transcurre caminando y a caballo. Todos los visitantes reciben un servicio de primera categoría, a cargo de los trabajadores de esta singular área protegida.
Cuando son muchos van acompañados hasta por tres guías que los llevan a visitar los senderos y así se garantiza un mejor cuidado del entorno natural.
El director ha preparado todo un proyecto de reforestación, conservación y monitoreo de las especies florísticas y faunísticas de la Reserva. Lo primero fue realizar un estudio de las especies autóctonas, endémicas, e introducidas. Partiendo de ese resultado, determinó, de las vegetales, cuáles eran las ideales para reforestar, prohibiendo la tala de árboles.
Sembró primero las plantas en viveros, para luego trasladarlas al bosque, ya más desarrolladas, obteniendo muy buenos resultados.
Para la preservación de la fauna, dictó algunas medidas, entre ellas la prohibición de capturar o matar a cualquier especie animal, dígase reptiles, anfibios, mamíferos o aves.
En la reserva se construyen nidos artificiales que son colocados en los árboles más altos para preservar y estudiar las aves, y en particular al Tocororo (Priotelus Temnurus) nuestra ave nacional.
Esto ha facilitado desde hace algunos años realizar monitoreos importantes a la población de esta ave trepadora, endémica, de bello y vistoso plumaje que reproduce los colores de la bandera nacional y se resiste al cautiverio.

En los días que estuvimos acampados, ayudamos al encargado de los caballos a ensillar, retirar monturas y bañar a los equinos, ya que él siempre tenía un espacio para nosotros en sus recorridos.
Durante la estancia en este apacible lugar, como espeleólogos, visitamos algunas solapas (pequeñas cuevas) nombradas Valdés, Cachinga y Genaro. Las dos últimas muy afectadas por la notable sequía prevaleciente en esta temporada invernal, de escasas precipitaciones.

Nos impresionó muchísimo la primera, que resulta más profunda y extensa que las otras.
La solapa de Valdés se presentó ante nosotros como un conglomerado de rocas pulidas por la corriente de agua, que en temporada de abundantes lluvias corre formando una impresionante cascada.
Debajo saltaba a la vista el agua de característico tono azul, acentuado entre tanto verdor.
Completaba el encanto de este lugar una pequeña cueva con formaciones de mantos brillosos y algunos murciélagos revoloteando, justo debajo de las rocas, a la cual se llega nadando.
El agua estaba helada, pero la belleza del lugar invita a bañarse y los visitantes no pueden resistirse.
Estas solapas se alimentan del cauce del río Jobo Rosado, afectado también por la extensa sequía. En las de Cachinga, se observaban hojas petrificadas en el suelo por el carbonato de calcio.

Esto sucede en poco tiempo, con el escurrimiento del escaso caudal, justo antes de secarse la poza, pero a la vista parece una hoja fosilizada muy antaño.
Fuera del área, pero muy cerca, visitamos el monumento al legendario comandante del Ejército Rebelde Camilo Cienfuegos (1932-1959), presentado con sencillez en una escultura llena de realismo que deviene objetivo muy presente en los participantes de estas expediciones.
Estuvimos también en el Abra de Siboney, un lugar abundante en pequeños abrigos rocosos y lajas muy sueltas, donde anidan los agujos (pequeñas garrapatas, conocidas también como garrapatillas) que invadieron nuestras ropas más de una vez.
Ya de regreso, caminamos por el cauce del río Barro Amarillo, en igual condición de falencia que los demás debido a la sequía. Durante el recorrido vimos impresionantes jagüeyes, con raíces tan largas que cubrían amplias áreas de las riberas.
Lázaro Machado Durán, otro de los trabajadores de la Reserva Natural, nos acompañó en un corto recorrido a La Llanada o Piedra China, como también le dicen. Este topónimo se debe a la geología del lugar, cargada de grandes rocas del típico diente de perro, con bordes tan afilados que casi perforan nuestras botas de exploración.
La vegetación aquí es escasa, pero las orquídeas, por su condición de plantas epifitas, se adaptaron bien a esta agreste forma de vida y lucen saludables y florecidas en esta época del año, compartiendo el espacio con diversas plantas espinosas.
La armonía de este exótico paisaje y el panorama observado desde la Piedra China, son un regalo más a la vista, como todo lo que conocimos en el histórico municipio donde Camilo ganó una de las batallas más decisivas durante la última gesta liberadora de los cubanos.
Terminada la excursión, fue difícil retirarnos de aquel paraíso y separarnos de las personas maravillosas que allí conocimos.
Hubo que adaptarse a cambiar las tiendas de campaña por el regreso a casa, los baños fríos en las acogedoras pozas azules por la impersonal ducha, trocar el aire puro y los aromas naturales por el del medio urbano y privar a la mirada de los inigualables paisajes que regala la campiña cubana.
- Yamile Luguera
- August 21, 2020
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