Cuando los rayos del sol colorearon primero algunas de las cimas y luego irrumpieron en la niebla, nos parecía un sitio de fantasía por los contrastes tan bellos revelados ante nuestros ojos.
Diego se hizo amigo de su camada de perros perdigueros, ayudó en la recogida de leña, persiguió a las gallinas y a pesar de ser diciembre, se bañó en las frías aguas del río Santa Cruz.
Compartimos con él la cena del 24 de diciembre, y celebramos al ritmo de una agradable conversación, pues siempre coinciden varios espeleólogos que deciden acompañar a Tomás en su cumpleaños.
Tomás es uno de los tantos campesinos que acogen y ayudan a los espeleólogos en sus exploraciones y descubrimientos. Cariñosamente se les llama guajimapas, pues gracias a ellos se han descubierto muchas de las espeluncas que hoy conocemos y exploramos. Eso sí, casi nunca entran, por un sinfín de historias que se tejen a su alrededor.
Pero luego, cuando salimos enfangados, cansados y hambrientos y retornamos a casa del campesino, ahí nos está esperando con un plato desbordado de yuca o malanga con grasita de puerco por encima y una colada de café, que nos hacen revivir nuevamente.
¡Qué sería de los espeleólogos sin los campesinos! Por eso, que llegue hoy un Felicidades bien grande para ellos en la celebración de su día.