Sabanalamar-Cortes, algo de historia
Los primeros habitantes de esta localidad fueron grupos de aborígenes con un desarrollo mesolítico, con movimientos cíclicos, en invierno de la tierra al mar y viceversa en verano. Evidencias encontradas en la región, revelan que en tiempos más cercanos al descubrimiento o vinculados con la conquista y expansión española, arribaron a esta comarca representantes de un mayor desarrollo al del preagroalfarero.
Cristóbal Colón en su segundo viaje de 1494 por todo el sur de Cuba entró en contacto con grupos aborígenes organizados que demuestran la ocupación de estos escenarios por un grupo con cierto nivel de desarrollo, posibles Tainos o grupos ceramista-agroalfareros, este encuentro ocurrió en los alrededores de Cajío, estos además de decirle que Cuba era una isla, le informaron de la presencia de grupos aborígenes desarrollados al cabo de ella.
Todo indica que Pánfilo de Narváez, en el retorno a Trinidad, después de darle la vuelta al extremo de Cuba. debió navegar por la costa meridional cubana, este pudo ser el momento de descubrimiento de la desembocadura del río Cuyaguateje por parte de las tropas españolas.
La existencia de dos cacicazgos o provincias indias en la porción occidental-meridional del occidente cubano lo conocía desde entonces Diego Velázquez. Concluida la conquista del territorio en 1514, informó en carta al Rey que, al cabo de la Isla, a la banda del poniente, se encuentran:
[…] dos provincias de indios, que en el cabo desta isla, a la vanda del Poniente están, que la una se llama Guaniguanico e la otra Guanahatabibes, que son los postreros indios dellas; y que la vivienda de estos guanahatabibes es á manera de salvajes, porque no tienen casas ni asientos, ni pueblos, ni labranzas, ni comen otra cosa sino las carnes que toman por los montes y tortugas y pescado”.
Como bien expresa la descripción que hace el Adelantado de los Guanahatabibes, lleva implícita la afirmación de que los habitantes de Guaniguanico poseen todo aquello de que los otros carecen y esto se confirma cuando, al narrar el precipitado viaje de García Mexía, dice que los náufragos:
[…] llegaron á la punta de una provincia, que se dice Guaniguanico, y se fueron a casa de un cacique, que no sabe cómo se llama, y los recibió bien, y por su rescate les dio de comer; y después se fueron a otro pueblo, donde robaron á algunos dellos y los quisieron matar; y de allí se fueron a la provincia de la Habana.

Luego los indios de Guaniguanico tenían pueblos de caciques, lo que indica que deben de haber pertenecido al mismo grupo cultural que los demás habitantes de Cuba y que los únicos distintos –en el momento de la conquista– eran los selváticos guanahatabibes, que vivían refugiados en la aún hoy intrincada península que lleva su nombre.
Al respecto, el legendario arqueólogo pinareño Pedro García Valdés en su obra, “La Civilización Taína en Pinar del Río” publicado en la Imprenta “El Siglo XX”, en 1930, escribió:
“[…] arrancar y destruir las yaguas secas y los muchos curujeyes parasitarios que los historiadores han sostenido ‘por obra de la copia con la fidelidad del calco’, manteniendo que la comarca de Guaniguanico estuvo poblada solamente, por los indios más atrasados de Cuba.”
Esta atrevida y valiente publicación, refutaba, nada más y nada menos, que las ideas expresadas en su prólogo al libro: Cuba Antes de Colón del arqueólogo Mark Raymond Harrington, escritas por el Tercer Descubridor de Cuba, don Fernando Ortiz. El eminente profesor pinareño trata la presencia de comunidades agroalfareras en la región, reseñó sus estudios y enfatizó en los hallazgos que han llegado personalmente hasta él, como el reporte de la finca de San Ubaldo, donde aparecieron cuatro hachas petaloides de factura aborigen propiedad de un campesino, quien por miedo las tiró al río Cuyaguateje. O aquel obsequio realizado por la señorita Leopoldina Ledesma, quien le regaló tres hachas pulidas del mismo tipo, halladas en finca Ojo de Agua, contigua al sur del asentamiento.
Otro descubrimiento de tal naturaleza lo realizó el doctor Elpidio Pérez, por los años 1930, recogió en la propia vega dos más y las donó al museo Montané. Poco más al sur, en la finca La Majagua, fue ubicado un objeto que el erudito pinareño denominó Buril (de sílex verde), el cual atribuyó a esa cultura. Otras dos hachas fueron encontradas en las vegas de los alrededores de La Grifa y El Burén. Los actuales habitantes han localizado dentro del asentamiento objetos de barro toscos, cocidos primitivamente por ¿“tazones” o burenes?
Todas estas referencias dejan la posibilidad de la presencia agroalfarera en la zona. Aun cuando no se han encontrado evidencias más definitorias de asentamientos tempranos, que podrían estar ocultas en el interior de las lagunas o hundidas en áreas de manglares, incluso dentro de la propia albufera, una idea menos deseable, está relacionada con su destrucción por la actividad antrópica a la que se ha sometido la llanura sur pinareña.
Mientras no se demuestre lo contrario, seguirán primando aquellos criterios que aducen la posibilidad de que estos hallazgos, se correspondan con evidencias obtenidas por los preagroalfarero mediante el intercambio; en tal sentido, es llamativo el hecho que esta “concentración” de hachas petaloides o hallazgos de restos de cerámica tosca, abarque un área tan pequeña, donde no hay congregación de sitios aborígenes preagroalfarero reportados hasta hoy.

Colón en Cortés
A la Bahía de Cortés o Golfo de Guaniguanico, como era conocido en pleno siglo xix, arribaron las naves colombinas, María Galante, La Niña y La San Juan, tras 335 millas marítimas de un viaje azaroso, provenientes de Punta de Maisí. El Gran Almirante anota en su bitácora el 12 de junio de 1494: “[…] que de aquí adelante va la costa della al mediodía”.
Referencia a la forma arqueada de la actual nombrada bahía homónima, previendo erróneamente haber arribado a la “Península de Malaca”; Antonio Núñez Jiménez ha interpretado el punto exacto donde se detuvo el intrépido marino, como la boca de río Sábalo, área donde la costa va primero suroeste y después franco sur hasta cabo Francés.
Desde ese u otro punto de la actual Bahía de Cortés. Colón partió rumbo a Isla de Pinos, a la que denominó San Juan Evangelista, considerándola un Cheroneco o Chersoneso. Idea cartografiada como Gran Golfo, limitaba al este con el borde occidental de la Ciénaga de Zapata, en línea con el Golfo de Batabano, hasta la Bahía de Cortés; cerraba por el sureste con Isla de Pinos.
Al respecto existe un detalle curioso cerca de Paso Piedra, en el río Cuyaguateje, que puede no pasar más allá de la leyenda, la imaginación o los deseos de los habitantes del poblado de perpetuar el momento. Según cuenta el historiador de la localidad:
“[…] hasta la crecida de octubre de 1951, existió una inscripción en la roca ubicada cinco kilómetros río adentro, en el sitio conocido como Piedra Grande.”
El historiador la vio cuando joven y quiso reconstruirla en 1998 en honor al creador desconocido, reproduciendo las mismas letras de la talla original:

MCCCCMCIV
14 de junio
ESP
En la Bahía de Cortés, Cristóbal Colón obligó a los marinos a firmar la denominada Acta de Fernando Pérez de Luna, hecho acaecido en la nave capitana La Niña, porque este percibía la baja moral de la tripulación, la cual deseaba más regresar que continuar, debido a 8 meses y 17 días de navegación, desde que partieron de Cádiz. Según Núñez Jiménez, en el Archivo de Indias de Sevilla esta acta tiene por título: “Información y testimonio de cómo el Almirante fue á reconocer la isla de Cuba quedando persuadido de que era tierra firme”; dando fe de la supuesta continentalidad asiática.
Es el momento que decide firmar en la nave capitana (la primera de las tres), el 12 de junio de 1494, el acta de Pérez de Luna, y obliga a toda su tripulación a afirmar que Cuba es tierra continental asiática. Llevaba 8 meses y 17 días de navegación desde que partieron de Cádiz y la tripulación se encontraba totalmente agotada y deseaba concluir toda la aventura.
Acerca de este sitio el sabio pinareño Tranquilino Sandalio de Noda describió en su obra “Cartas a Silvia”, escrita en el Diario de La Habana en 1839:
“La costa vuelve ahora hacia el norte tres o cuatro leguas terminando las piedras de arrecifes. Siguen fango y manglares y el mar cada vez más bajo y luego se encuentra una laguna de agua salada que se comunica con el mar por tres bocas. Se llama la Laguna de Cortés: único punto que lleva este nombre en la costa. Lo que advertirás, porque el de Ensenada de Cortés que aparece en varios mapas y relaciones aquí no es conocido de nadie, ni se da tal nombre a otra cosa que a dicha laguna (…) está en un terreno anegado, y ella es demasiado baja, pero sin embargo sirve de abrigo a los pescadores. (…).
Ante toda esta historia quedan muchas incógnitas, acaso Colón obró con conocimiento de causa que Cuba concluía unos kilómetros más adelante y decidió emprender la retirada por mantener en sus manos el control de las “Capitulares” y el financiamiento de los Reyes de España, al menos existe la sospecha, porque es él mismo en su diario quien recoge que los aborígenes de la costa sur de Vueltabajo le advirtieron que la tierra concluía al cabo de la Isla y, que detrás de las montañas que observaban, existían otros caciques aborígenes que dominaban esos escenarios.
Juan de la Cosa viene a poner pólvora a esta idea, cuando apenas seis años después publica el Mapamundi y coloca a Cuba como una Isla, cuando él navegante y cartógrafo supuestamente, nunca había navegado el nor-oeste de Cuba, o es que acaso, llegaron a hacerlo y decidieron retornar a buscar la Isla de Pinos, por conveniencia y no describieron ese recorrido en sus diarios, muchas dudas al respecto, lo que sí está escrito, es que quien entre los presentes de la firma del Acta, decidiera abrir la boca y desmentir el documento donde se recogía que Cuba era un continente y no una Isla, sería sometido a cruel castigo de azote y… ay, ay, ay, me duele la espalda solo de pensarlo…
