El Jeep avanza por una carretera firme con dirección nor-oeste, aunque la cinta asfáltica está deteriorada por el tiempo es posible llegar a un pequeño caserío conocido como: “La Conchita” posee unas 18 casas. Aparecen vegas de tabaco rubio que a los lados del camino son una constante hasta el poblado de Manuel Lazo, antiguo Cayuco y que antes de la Revolución marcaba el fin de la civilización del occidente cubano.
A un kilómetro de La Conchita la ruta tuerce con brusquedad hacia el sur. Se entra en la zona de “La Colonia”, donde conviven unas 31 viviendas aisladas, ubicadas a lo largo del vial que ha sido trazado sobre una llanura silícea.
Hasta aquí llega la línea divisoria de salinización del manto freático: mayor a 1gr/litro, estos suelos arenosos y profundos estuvieron sometidos, al igual que el resto de esta zona, a una fuerte contaminación del agua subterránea por el exceso de fertilización y quimización intensiva en la actividad agropecuaria.
Los últimos estudios realizados tras 22 años de restructuración de la agricultura y la introducción de la agrotecnia, con abonos orgánicos y naturales y la reducción del uso de químicos, debido a los rigores económicos del período especial y prácticas más ecológicas, han demostrado la recuperación de estos estratos acuíferos.
Todo el extremo occidental del camino central presenta una serie de lagunas, parte del sistema lacustre ya descrito que da la idea de pertenecer a una grieta con dirección norte-sur, aquí se observa también el proceso de uvalamiento. Estas son, en la dirección mencionada las lagunas: Dos Hermanas, Ojo de Agua y la Grifa, la mayor de las tres con forma alargada entre ellas alcanzan los cinco kilómetros casi ininterrumpidos con un ancho de seiscientos metros.
El primer poblado de mayor importancia por el número de habitantes que se topa el viajero es La Grifa. Lorenzo de Flores Barthme da a conocer este lugar con el nombre de “El sitio” en 1622 y refiere que se le entregó en merced a Pedro Álvarez de Oñate, cuyas medidas las realizó en lo que se considera unos de los primeros levantamientos de un plano de Guanahacabibes, que fuera dado a conocer en 1883.
El acucioso historiador Gerardo Ortega Rodríguez escribió una imprescindible obra “Apuntes para la Historia de Sandino” en la década de los años de 1980, que aún se mantiene inédita y muchas veces se toman datos de ella, sin citarlo como debe ser, este autor expone que fue la cuarta mercedación el Corral La Grifa la que se realizó el 2 de septiembre de 1661.

En otro profundo estudio de este mismo estudioso denominado: “De la Tradición Oral en la Península de Guanahacabibes. El Tesoro de la Catedral de Mérida. ¿Leyenda o Realidad? Que escribiera en 1996, refiere que en 1704 visitaron a la Habana dos de los naturales de Mérida, Yucatán, Francisco Díaz Pimienta (quién compró las tierras de la Grifa) y Andrés Recino miembros de la orden religiosa Jesuitas. quienes prometieron acarrear caudales de oro hasta la Habana para fundar el colegio de esta orden.
Todo indica que este asentamiento fue fundado a mediados del siglo XIX, por pequeños hacendados de origen españoles y franceses que poseían sus fincas en los alrededores de esta localidad, en principio como un lugar para situar sus casas campestres. Por ello dentro del pueblo no vivían, criollos, mestizos o negros libres, lo cual hizo que este fuera un barrio con cierto aire aristocrático dentro del entorno rural.
En 1863 Jacobo de la Pezuela se refiere a este lugar como “hacienda”, ello denota una aún incipiente formación. Por su parte, Lucien Marcus en su “Sumario de las Exploraciones de Charles Wright en la región occidental cubana”, publicado en 1905 refiere que el 22 de abril de 1864 visitó el poblado de La Grifa el célebre botánico norteamericano Charles la cual repitió el 6 y el 21 de enero de 1867.
El célebre agrimensor pinareño, Augusto Fornaguera realizó en el mes de febrero de 1914 el “Plano del Reparto de Haciendas Remates, Serranos, Realengo Guayacanal, Pinar del Río” a escala: 1: 16 000 m, donde recoge el corral de la Grifa en terrenos del Realengo Guayacanal, en poder de los herederos de Don Gregorio Palacios y tenía límite con los terrenos de la Cuban Land and Leaf. Tobacco.
En la actualidad es un poblado que supera las 200 casas que están situadas a lo largo de la carretera Las Martinas-Cortés, el asiento se encuentra a cinco metros sobre el nivel medio del mar, en los 22o 01´de latitud norte y los 84o 01´de longitud oeste, con unas 184 viviendas donde en 1992 habitaban unos 737 habitantes. Aún se puede observar las recias construcciones del siglo XIX que tanta prestancia le dio a esta población.
A tres kilómetros después se ubican los asentamientos de Las Pulgas y Babiney, caseríos con más de 200 casas. Es el límite oriental de la Península de la presencia de suelos latosólicos típicos e hidratados, ferralíticos y cársicos profundos. También están cultivados de tabaco. De aquí parte el terraplén que permite bajar a punta La Yana.

El mismo, conduce por una pequeña franja de tierras cultivadas de tabaco de un kilómetro, donde las casas típicas campesinas denotan poca prosperidad en esta zona, en poco espacio aparece el bosque semideciduo y a su vez, el camino asciende hasta la cota máxima de 9,5 metros de altura sobre el nivel medio del mar, en principio son comunes los cortes del bosque y los claros de vegetación hechos para la confección del carbón, cada vez estos se van haciendo menos numerosos, y dan paso al bosque tupido alto, que se inclina sobre el camino y durante un kilómetro y medio prácticamente no se puede ver el cielo, el diente de perro (lapiaz) es desnudo con sus puntas cortantes y por tramos alcanza los 2 m de altura.
A los 2,7 km de haber andado aparece un bosque de transición hacia el manglar muy tupido donde abundan las especies de yana y patabán; la noche obliga a encender los faros del Jeep y sorprende el ágil paso de un pequeño y hermoso venado que corre por un trecho paralelo al transporte hasta que penetra por una vereda en el bosque. A los 4.5 km se encuentra punta La Yana.
La noche es clara, una brillante luna ayuda a montar las tiendas de campaña. Luego de una cena sencilla, es hora de descansar los agotados cuerpos. En la oscuridad de la carpa llegan lejos el aullido de un perro y hace recordar el relato del segundo sabio de Cuba, Tranquilino Sandalio de Noda quien en su obra: “Cartas a Silvia”, en cuya misiva sexta, del 15 de enero de 1839, sobre estos parajes, refiere:
[…] después de unas veinte leguas está Punta la Yana y Punta de Piedras, que tienen playas y arribo fácil, donde casi siempre hay pescadores (cuentase que en una de estas playas se aparece algunas noches una fantasma enorme a modo de una sombra grande como una fragata, que orilla a la costa. Sobrenadando en el mar: entonces aúllan los perros y los pescadores no salen de sus pabellones. Tal vez algún atentado de piratas dio origen a este cuento en la imaginación horrorizada de alguno de los pescadores.
La pregunta era, cuando varias veces nos llegó el aullido de los perros, en un lugar donde a tres km no hay una casa: ¿a quién se le ocurrió leer ese pasaje?, la mayoría no durmió, pero nadie se asomó… jjjjjjjjjjj…