Hace unos días Raudel del Llano me sorprende con una solicitud poco usual, debía escribir un texto sobre Hilario Carmenate Rodríguez, porque la próxima caricatura sería sobre él.
Acogí con pasión la idea, soy de aquellos que consideran que Hilario, hace mucho tiempo debió de haber recibido iguales reconocimientos que otros fundadores han tenido, en el seno de la Sociedad Espeleológica de Cuba.
Fundador de la espeleología y la arqueología en Pinar del Río desde 1968, su aporte a la ciencia cubana, la entrega a cada una de las tareas que le ha sido orientada y su fe en el mejoramiento humano, son quizá sus más destacadas virtudes.
Durante más de cuarenta años se mantuvo como el colaborador más directo del ya fallecido Dr. Enrique Alonso, pero además de colaborarle en cada objetivo trazado, Hilario siempre tuvo su propia guía de trabajo.
Él ha dicho que la tarea número uno de un Espeleo-arqueólogo es explorar, la segunda tarea, explorar y la tercera, explorar. Porque está convencido de que cada día son varios los sitios patrimoniales e indeterminadas espeluncas afectadas por el hombre y el cambio climático.
Al final, él tiene la razón, gracias a esos 47 años de interminables estudios de la naturaleza vueltabajera, Pinar del Río exhibe el más extenso catálogo de cavidades y uno de los escenarios con más número de sitios arqueológicos e históricos que rondan ya los mil, donde los seres humanos, de una forma u otra, ha dejado su huella en la montaña.
Pero además de ser un empedernido caminante y un arrestado explorador, acompañado de su inseparable “con yo solo Carmenate”, Hilario tiene un número indeterminado de virtudes, excelente dibujante, lo cual le dio el primer lugar en la única vez que se realizó una competencia nacional de cartografía; sus cuadros artísticos, podrían competir con cualquiera de los versados pintores cubanos y si hablamos de su arte efímero, no tiene rival.
Hombre de profundas convicciones revolucionarias, militante del Partido Comunista de Cuba y sobre todo, empedernido martiano y fidelista, estudioso de la obra de ambos, ha destacado –y no lo suficiente aún, dice que lo está dejando para cuando se retire- como un escritor de elevada estatura estética, acompañado de una precisa y puntillosa ortografía y redacción.
Ejemplo elocuente son los más de 40 diarios de campo que acumula, que aún en el fragor de las exploraciones, robándole tiempo al descanso, sus anotaciones, crónicas y reflexiones, una vez puesto el punto final, están listas para ser publicadas.
Hilario es un ejemplo para todos los espeleólogos cubanos, con sus ya cercanos 70 años, no existe joven alguno que lo supere en el monte ni en el camino, es un espíritu inquebrantable de fe en sus objetivos trazados, es hombre en el más amplio sentido de la palabra y combatiente contra lo mal hecho, con la pérdida de valores y ante la irresponsabilidad.
Solidario con todos, es el último en tomarse el agua o comerse la merienda en el campo, por si alguien necesita de ellos, carga las mochilas de los más débiles o los menos entrenados; un día lo vi subir y bajar casi corriendo el Pan de Guajaibón (701 metros sobre el nivel medio del mar), en cinco ocasiones, ayudando a todos los necesitados.
Al llegar al campamento no hay que pedírselo, al momento enciende el fogón, aunque la leña esté mojada por la lluvia, de hecho, lo he visto cargarla, kilómetros de distancia envuelta en nylon, para evitar se moje y garantizar el campamento, siempre lleva consigo un pedazo de cuaba o yesca para esos menesteres.
Nunca pone su cama primero, deja que todos escojan su sitio y luego, si queda espacio coloca sus cosas para descansar, en innumerables veces a dormido a la intemperie por esa práctica y al amanecer, cuando los demás remolonean, él ya tiene el cacharro de la cantimplora de secretas infusiones (con hierbas que él solo conoce), para calentar el cuerpo y aportar energía.
Hilario se jacta de no tener memoria, pero nunca incumple con un compromiso humano, puede que una cueva se le pierda en el monte, al final siempre la encuentra, pero es capaz de atravesar una provincia en breve tiempo, para buscar una hierba, para acudir en ayuda de un compañero o de un amigo, de cumplir con una viuda o con un enfermo.
Lo he visto venerar a los ancianos, escucharlos durante horas para lograr una información, pero es incapaz de interrumpirlos en sus sermones de la vida y lo mejor, siempre aprende de ellos, de su sabiduría, al punto de aplicarlas en sus venturas y aventuras.
Muchas son las historias de Hilario. Divaldo Gutiérrez Calvache, actual presidente del Comité Espeleológico Provincial de La Habana, ha expresado que Hilario Carmenate Rodríguez, es el único explorador que sale directo a encontrar el arte rupestre, él sabe cómo nadie dónde está, el resto los descubre por casualidad, él lo encuentra por conocimientos.
Hilario es de esos hombres del cual se pueden escribir libros completos y aportarían una riqueza de conocimientos y experiencias que suplirían cualquier manual de exploraciones o de virtudes, en especial de aquellas relacionadas con el ser un eterno servidor, porque él, ante todo, siente cada día un profundo amor por el prójimo.
