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LA CATEDRAL DE LOS CAMPOS DE CUBA Y SUS PINTURAS.

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La iglesia de Santa María del Rosario atesora un legado histórico sin par, exhibe hoy nuevamente 3 de los gigantescos óleos religiosos pintados por Nicolás de la Escalera, luego de una intensa restauración.

Cuenta una interesante leyenda; que el Conde de Casa Bayona dueño del ingenio Quiebra Hacha y Corral Jiaraco, enferma de un reumatismo tan grave, que no podía moverse de la cama. Ni médicos ni remedios familiares mejoraron a tan bondadosa persona.

La leyenda

Pero un viejo esclavo de la familia, trabajador del ingenio, al cual se le adjudicaban poderes de Brujo por sus maravillosas curas, se interesó en ver a su amo con la seguridad de poder curarlo de su mal. Fue entonces, que de un lugar que solo él conocía, trajo agua con propiedades medicinales.

Esta agua provenía de un manantial pestilente y tenía un sabor desagradable, característico del azufre.

Este esclavo se convirtió en enfermero de su señor, ayudándolo a tomar baños y haciéndole beber varios vasos de agua al día.

Con estos cuidados, el conde logró caminar nuevamente, restableciéndose totalmente del reumatismo. En agradecimiento le concedió la libertad a su enfermero y prometió fundar una ciudad en aquel lugar bajo la protección de la Virgen del Rosario.

Es por esto, que en la pechina “La Familia Bayona y Chacón”, está representado el negro liberto que curó al conde con las aguas de lo que es hoy un centro médico dedicado a baños medicinales (en proceso de restauración).

Las Pechinas

En 3 de estos óleos, figuran representaciones religiosas y en una, el retrato familiar de los Condes de Casa Bayona.

Los títulos de estas obras son, “La glorificación de Santo Domingo”, “La donación de la Virgen a Santo Domingo”, “La Rosaleda de Nuestra Señora” y “La Familia Bayona y Chacón”.

Hace algunos años, cuando estudiaba la carrera de Conservación, Restauración de Bienes Muebles, tuve la oportunidad de oír esta historia, conocer el lugar donde se originó y además participar en la restauración de la obra pictórica que la refleja.

Junto al variado y numeroso grupo que compartíamos una misma  aula, en la universidad de las artes de Cuba, visitamos  la iglesia y el pueblo de Santa María del Rosario. Ya casi en el último año de estudios, exactamente cuándo Zaida Zarol (restauradora), nos impartía el taller de pintura de caballete.

Para sorpresa nuestra, las obras a restaurar en ese momento, eran unos óleos sobre tela, gigantescos (4m x 3.90m) y muy deteriorados.

Después de la primera clase teórica, conocimos que estos eran las Pechinas (Elemento arquitectónico, de transición en los ángulos de unión de los muros sobre los cuales se apoya la cúpula, asumen la forma triangular, decoradas en cerámica, yeso o pintura sobre lienzo que adornan el crucero) de Santa María del Rosario.

La actividad docente incluía una visita a este magnánimo templo, propuesta de la incansable Zaida, que ya llevaba algunos años enamorada de la complicada restauración de estas obras.

La visita para los estudiantes a la “Catedral de los campos de Cuba” fue una experiencia inolvidable. Solo una de las 4 pechinas que adornaron antaño el Crucero de la iglesia estaba ya restaurada y colocada en el templo.

Zaida explicó en el seno de esta maravilla del barroco criollo, que las obras se bajaron del crucero de la iglesia en 1989 y se llevaron para el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) para ser restauradas.

Desde el año 1970 ya se observaban deterioradas, por el implacable paso del tiempo y otros factores.

Un largo proceso de restauración

Entre 1977 y 1978 se restauraron 5 pinturas del Altar Mayor de la iglesia también pintadas por José Nicolás de la Escalera (1734-1804), un importante pintor cubano.

Ya en 1995 se habían reenteledo (volver a colocar tela imprimada) 3 de las pechinas, a pesar de la dificultad de adquisición de materiales de restauración.

En el 2003 se hace un convenio entre Caja Madrid y la Comisión Nacional de   Monumentos y Sitios, para restaurar la iglesia. Luego se hace un segundo contrato puntual, para la restauración de las 4 pechinas.

Fue en ese año, que se colgó nuevamente la primera ya restaurada, para asegurar el resto del presupuesto.

El primer dinero aportado por Caja Madrid alcanzó para consolidar (darle fortaleza) las obras y colocar algunos injertos en las zonas con faltantes.

Ya para el año 2004, Zaida comienza el dictamen, con las 3 pechinas ya colocadas en el Salón de Las Novicias del Convento de Santa Clara, sede del CENCREM.

Luego se presenta este dictamen para solicitar los materiales adecuados para esta restauración de gran magnitud. A la Empresa de Restauración de Monumentos y Sitios, se le encargaron unas estructuras de madera donde colocar de forma apropiada las obras.

Dada la dificultad e importancia del trabajo y las obras, Zaida plantea que este proceso debería servir para impartir docencia en los talleres preparatorios de la enseñanza universitaria.

Era el deseo de una profesora fundadora de esta carrera en el año 1996, donde comenzó impartiendo la asignatura de Panorama Histórico de la Restauración.

Gracias a su pedido, 3 de los grupos de estudiantes tuvieron la oportunidad de llevar a cabo las prácticas de pintura caballete, sobre estos maravillosos y deteriorados lienzos.

El primero se dedicó a la limpieza mecánica (se realiza con pinceles, brochas  y aspiradoras) superficial para eliminar el polvo depositado y demás contaminantes.

También retiraron los primeros injertos colocados con telas de preparación comercial y a su vez la limpieza del área de donde se retiraron estos.

El segundo, al cual yo pertenecía, realizamos varias tareas al mismo tiempo. Se hicieron calas de pruebas para eliminar repintes, limpieza, retiro del barniz amarillado con los años, se estudió el espacio del dibujo para colocar los injertos y se completó el trabajo colocándolos.

Estucamos (mezcla realizada con blanco España, cola y pigmentos que se aplica como relleno en un faltante) los espacios a injertar.

Zaida, con mucha paciencia, realizó todo un estudio de los faltantes de las obras y la forma de las piezas, porque en uno de los óleos, había mucha pérdida de la pintura del soporte original.

Ella realizó probetas para los pigmentos, los estucos y los injertos y así poder ver la cantidad de capas a reintegrar.

Luego se imprimó la tela con el material correcto, se planchó la superficie y se unificó el reentelado (volver a poner tela en un faltante).

Pero en agosto del 2007, se detuvo la restauración nuevamente por falta de espacio, retomándose luego en octubre del 2008 con la reintegración de los colores de “La Rosaleda de Nuestra Señora”.

Los bordes de las 4 obras, originalmente tenían Pan de Oro (láminas de oro muy finas utilizadas en obras de arte).

Estas se restauraron con  acuarela y la destreza del trattegio (nombre italiano de la técnica utilizada en la reintegración de colores a base de rayas finas para diferenciar la restauración del original sin afectar la lectura de la obra).

Con un tercer grupo de estudiantes, casi se terminaron 2 pechinas completas, que luego concluyó el equipo de trabajo de Zaida en julio del 2011.

De vuelta a Santa María del Rosario

Por último, se montaron en sus estructuras triangulares y ya listas se transportaron a la iglesia el 23 de julio del mencionado año y ya hoy están colgadas nuevamente en la iglesia, tres de ellas.

La importancia de la conservación, restauración, montaje y exhibición de las obras, radica en que son únicas en Cuba, datan del siglo XVIII y además poseen grandes dimensiones y un autor importante.

Como otro detalle interesante y parte del valor histórico que poseen las pechinas, se sabe que es la primera vez que se representa la figura del negro en la pintura cubana.

Solo una de las pechinas queda por restaurar, “La Glorificación de Santo Domingo”

Desde que esta es bajada del crucero de la iglesia, se veía a las claras que su deterioro estaba en un grado muy avanzado y durante el tiempo de almacenamiento este se aceleró aún más.

Para Zaida, todo este trabajo fue una gran escuela, también parte de su vida, porque cada obra representaba un problema diferente, cada una de ellas la llevó hasta el cansancio, por todo el despliegue de la técnica a emplear.

Todas las obras que hoy podemos observar en Santa María del Rosario, poseen destacados valores pictóricos, históricos y estéticos, son parte de un legado único, que luego de recorrer casi 3 siglos, hoy todavía nos brindan su magnánima factura.

Esto se lo debemos a los que hasta hoy han procurado su preservación por encima de cualquier contratiempo, una iglesia también atesora piezas museables, y es parte del patrimonio tangible que posee Cuba. Este año se habla de inclusión, palabra clave para celebrar el Día Internacional de los Museos.

Concuerdo totalmente, hay piezas museables que se deben conservar con afán en todas partes.

Yamile Luguera

Yamile Luguera

Especialista del Centro de Investigaciones Marinas (CIM) | Miembro Ordinario de la Sociedad Espeleológica de Cuba

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