Dos Rutas
Dos son las rutas que exploramos en diferentes momentos, una por carretera hasta La Bajada. La segunda a pie por la vereda de Contreras hasta el Alto de la Peña. Por dicha senda, hace un tiempo salimos de retorno a Pinar del Río.
Para dejar un punto de unión de rutas en playa María la Gorda remontamos la carretera hacia La Jaula-La Bajada. Luego realizaremos el recorrido del sur de Cabo Corriente, unos de los escenarios más fascinantes de la geografía guanahacabibense, partiendo de este mismo punto del Valle de San Juan, hasta María la Gorda.
Laguna Lugones


La cinta asfáltica se introduce en el bosque semideciduo. A ambos lados se observa el carso desnudo (diente de perro), a trechos posee más de un metro de altura. Deleita el tupido bosque que alterna con zonas bajas pantanosas.
Sobre la carretera y el bosque, se observan troncos de árboles caídos. Son el resultado de la depuración natural. Fuertes vientos, huracanes o tormentas severas locales, desprenden de las rocas las especies de “emergentes gigantes arbóreos”.
Los árboles sobre las rocas se sustentan a duras penas por sistemas de raíces descarnadas sobre las rocas calizas. Ellas no pueden penetrar ante la ausencia de suelo y solo se aguantan de las oquedades del propio estrato rocoso. Fisuras, grietas y orificios que aprovechan las plantas contribuyen a erosionar a través del proceso de disolución biogénica.
Yagrumas, cedros, caobas, majaguas, ceibas, jocumas, yayas… todas se mezclan para crear una barrera visual, que no permite observar más allá de los primeros metros cercanos a la carretera. Ello hace más enigmático, los famosos misterios de El Cabo.
Apenas cuatro kilómetros bajo el bosque, comienzan al sur el pantano de la mayor laguna del área: Lugones. Redondeada casimba de 450 m de diámetro, con un ancho aproximado de 500 m y hasta tres metros de profundidad. Está rodeada por un área de pantanos de forma irregular.
Acerca de la profundidad, Antonio Núñez Jiménez expresó en 1968, en su obra: “Expedición a la Península de Guanahacabibes”, publicada en la serie Pinar del Río # 21 de la Academia de Ciencias de Cuba:
[…] esta cifra no representa la profundidad estructural original, pues hoy todas esas hoyadas lacustres aparecen rellenadas por lodos y otros materiales que las han venido colmando desde siglos.
Está rodeada por pantanos, indicándonos un hundimiento general de la zona y la posterior formación de la ciénaga, los procesos de disolución cársica al rebajar los territorios calizos, contribuyen a aproximar el nivel superficial al freático, y, por tanto, al ensanchamiento y empantanamiento regional.
El área cenagosa que incluye la laguna alcanza los 3.6 km de largo, por 1.7 km de ancho, ellos representan un área de 6.12 km2.
Hacia la Jaula
Antes de llegar al asiento de La Jaula, hacia la porción meridional se encuentran dos áreas desmontadas, tres círculos negros anuncian la presencia de humildes carboneros de la Península de Guanahacabibes.
Durante la guerra de 1895, La Jaula estaba considerada zona insurrecta, bajo control de la Brigada Occidental y protegida por los hombres bajo el mando de los hermanos Lazo.
Fueron las fuerzas cubanas que defendieron este entorno y lo mantuvieron como territorio libre de Cuba. Este tema era estratégico por la conexión Cabo Corrientes–La Bajada–La Jaula–Valle de San Juan–Portada de La Güira. Ruta que seguían las expediciones mambisas que arribaban a las costas de Guanahacabibes, para internarse en la Cordillera de Guaniguanico.
Otro derrotero para el movimiento de tropas y pertrechos de guerra era Valle de San Juan–Los Yayales–La Güira–Ciénaga de los Negros.
La impresión que recibieron algunos de los expedicionarios al llegar a La Jaula, describe la pobreza en que vivían sus habitantes. La familia mambisa Sabatier, eran los anfitriones de uno de los centros del campamento mambí local.
Rafael Pérez Cruz, miembro de la expedición dirigida por Rafael Pérez Morales, desembarcó por punta Urbina, en la ensenada de Corrientes, el 3 de enero de 1897. En su diario de campaña, “La Expedición Cubana del Three Friends”, que fuera publicado por Fernando Ortiz, en las páginas de la Revista Bimestre Cubana, enero de 1957, describió lo observado:
Fue en La Jaula donde vimos la primera familia en Pinar del Río, y a la verdad que, si por ella hubiéramos juzgado el resto, hubiera podido decirse que ese pedazo de tierra cubana estaba habitado por lo más raquítico de la humanidad.
Toda esa pobre y honrada familia, compuesta en su mayor parte de mujeres y niños, estaba atacada de paludismo, y la más cruel anemia minaba aquellas débiles existencias.
El color predominante en esos rostros, hinchados unos y huesosos otros, era amarillo-verdoso, y en la parte baja e interna de los ojos, no bien se oprimía el párpado inferior, no se descubría rastro alguno de sangre, sino una especie de capa amarillenta, cubriendo la parte blanca del globo del ojo.
Este escenario fue sede de un combate sangriento el 24 de enero de 1897. El mando español tuvo conocimientos de la expedición de Rafael Pérez Morales. Por ello envió, desde el día 22 una fuerte columna española, dirigida por el coronel San Martín.

El grupo militar penetró por la vereda principal, paralelo a la actual carretera de Manuel Lazo a La Bajada e intentó detener el paso de la expedición hacia la montaña y apoderarse de los pertrechos acarreados desde el exterior. Además de destruir la infraestructura mambisa en la región.
Llegaron a El Vallecito y las pequeñas guerrillas insurrectas escalonadas les hacían emboscadas deteniéndolas lo más posible. Daban tiempo así a preparar una fuerte resistencia en el interior de la Península.
Durante 30 minutos detuvieron a la tropa española en el Valle de San Juan. Al anochecer hicieron lo mismo en Bien Parado. Al amanecer y sin poder dormir los españoles, por haber sido tiroteados durante toda la noche por los insurrectos, continuó la columna hispana hasta La Jaula.
Desde horas de la madrugada el coronel Manuel Lazo reforzó este sitio con una numerosa fuerza y colocó puntos de contención en el camino desde Bien Parado, con la orden de que los hombres que los formaban tirotearan al enemigo en su trayecto y fueran quedando a su retaguardia, para ocupar nuevas posiciones dentro del monte.

El capitán Ramón Lazo con 40 hombres se emboscó en el camino a La Bajada. Ante la posibilidad de un desembarco de tropas españolas porque se habían escuchado fuerte cañoneo de barcos españoles en ese rumbo.
Manuel Lazo envió varios hombres a emboscarse en una vereda poco transitada, la cual conducía al poblado costero de Juan López. Previendo pudiera venir algún refuerzo español por la ruta del norte.
En el avance hacia Bien Parado los españoles tuvieron importantes bajas. En tanto el grueso de las tropas cubanas del Estado Mayor del coronel Manuel Lazo, se atrincheraron en La Jaula.
Al amanecer del día 24, la columna enemiga avanzó con dificultades por las emboscadas y tiroteos que le había creado los mambises hasta La Jaula. En ese punto se combatió muy duro, durante una hora con los defensores.
Los españoles fueron obligados a contramarchar, bajo el hostigamiento de varios hombres del capitán Urquiola, hasta La Jarreta, por donde la columna salió a duras penas del territorio insurrecto. Llevavan elevado número de bajas y perdido parte del pertrecho de la operación.
Días después, un movimiento de tropas españolas fue repetido por esta misma columna, con resultados similares. Los insurrectos cubanos sufrieron la muerte en combate, de uno de sus más aguerridos oficiales, el joven capitán Ramón Lazo. Con solo 25 años de edad y excelente hoja de servicios, cayó el 7 de febrero de l897, en Sitio Arriba.
Cuba Pasaje a la Naturaleza.
Guanahacabibes. XXXV.
