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SIERRA GUASASA ENTRE LUCES Y CÁMARAS
Yamile Luguera

Viñales, para muchos siempre ha sido un pueblo de ensueño, el valle, su naturaleza, los mogotes, las cuevas, las espectaculares vías de escalada, la vida campesina, los caballos, la tradición de Los Acuáticos, entre otros tantos tesoros.
Belleza sin par que atrae a muchos. Por esta vez, a un grupo de realizadores franceses, que preguntaron y averiguaron hasta llegar a Yarobi García, escalador y amigo que enseguida les habló de las maravillosas cuevas de sierra Guasasa y de Raudel del Llano, quien dirigiera por años el grupo que trabajó cada espelunca y recoveco de los mogotes que la componen.
Yann Le Gléau no perdió tiempo, enseguida programó una reunión, llevándose a su productora en Francia una propuesta de filmación en las cuevas Guevara, Geda y Cumpleaños, incluidas fotos, ideas y artículos.
La respuesta positiva no tardó en llegar, el correo comenzaba con un “sí, vamos a filmar” y un cronograma por día de cada actividad. El tiempo pasó rápido y nuevamente estábamos reunidos, esta vez con el equipo de trabajo para ultimar detalles, y en dos días más estábamos en Viñales.
Amanecimos en el pueblo viñalero y solo fue cosa de cambiarse de ropa, dejar parte del equipaje en casa de Yarobi y salir en caravana de caballos hacia el primer objetivo de filmación, cueva Guevara.
Atravesamos gran parte del valle junto a los caballos, quienes llevaban las mochilas, conversando temas de espeleología, historias, anécdotas, entrevistas, tomas de paisajes. Parábamos a ratos para montar trípodes, estabilizadores, repetir tomas, bocadillos y hasta frases improvisadas en el momento.
El equipo estaba compuesto, por la parte cubana por los espeleólogos Hilario Carmenate, Osniel Cabezas, Raudel del Llano y quien escribe Yamilé Luguera. El productor y traductor Carlos A. Gómez y por la parte francesa el director Sebastien Mesquida y el camarógrafo Gildas Corgnet.
Por fin llegamos a la base del mogote, al mirar hacia arriba los nuevos en la materia se impresionaron, pero la seguridad de ellos había sido prioridad nuestra en la preparación de la expedición, donde se seleccionaron bien los equipos de escalada a utilizar.
Comenzamos el ascenso; por esta vez el micrófono me lo colocaron a mí. Gildas, con cámara en mano, comenzó a filmar por el enmarañado trillo. Más de una vez se le atravesó un bejuco espinoso y “cariñoso”. La tierra se mostraba polvorienta y la inclinación se imponía, pero el clima estaba agradable, eso ayudó mucho en el empinado ascenso.
Más de una vez paramos a grabar un diálogo con un tema sugerido por el director y elaborado en pocos minutos por nosotros, que para sorpresa nuestra éramos los protagonistas de este documental y creo que para no ser graduados de la carrera de actuación, lo hicimos bastante bien.
Llegó por fin la parte más vertical de la subida, Osniel se adelantó con equipos y cuerdas para instalar y asegurar a todo el equipo durante la escalada. Todo fluyó a buen ritmo y con entusiasmo. Cada uno que llegaba y observaba la increíble vista quedaba atónico con la perspectiva y belleza del valle a tanta altura.

Muy pronto se hizo de noche y ya estaban ubicadas las luces dentro del primer salón de Guevara, amplio y hermoso, para realizar unas buenas tomas. Luego de dos horas de filmación ya estaba cumplido el plan, y los espeleólogos le echamos una ojeada al resto de la cueva.
Para sorpresa nuestra, al menos dos de los gours (pequeños lagos de las cuevas) tenían agua, algo muy poco común en esta espelunca. También tropezamos con una pequeña cría de jutía conga (Capromys pirolides).
Una comida ligera, algunas fotos nocturnas y cuentos completaron la jornada. Solo restaba acomodarse en las esterillas y los sacos de dormir, fue una noche corta y bien fresca, pues justo antes de que el sol asomara, ya estaba colocada la cámara sobre el trípode para no perder un solo detalle del amanecer.
La bajada comenzó antes del mediodía, se instalaron las largas cuerdas para “rappelar” casi hasta la base del mogote y así evitarse las incómodas espinas del palo bronco y la zarza. Teléfono móvil en mano y previa coordinación con otro escalador, se bajaron primero las luces y las cámaras, luego bajaron el director y el camarógrafo. Hilario prefirió bajar a mano, pues dice que a él “no le gustan esos hierritos”.
Yo por mi parte utilicé una placa y disfruté muchísimo esa interminable caída de casi 70 m con la maravillosa vista panorámica que te regalan estas aventuras. Luego el productor, con algunos recelos y preocupación por la altura. Le siguió Raudel y por último Osniel, quién recuperó luego las cuerdas.
Así concluyó la primera parte de la filmación, con la tarde noche libre para descansar un poco y bailar un rato en el centro recreativo Polo Montañés.
La mañana siguiente estaría libre, a lo que Hilario sugirió ir a ver una cueva que le habían mostrado en fotos, y para allá fuimos, al Mogote del Valle. Justo entrando por una finca agroecológica, buscamos la cueva desde el llano y nada. Un campesino, ya entrado en años, nos comentó que donde había una cueva era detrás de su finca.
La nombraban cueva del Abono y era donde él había participado en la extracción de guano fósil durante la década del 60 del pasado siglo XX, advirtiendo en ese entonces que en la pared había una fecha de 1880. Había que llegar y mirar.

Para sorpresa de Raudel, justo al lado de la fecha mencionada, se abría ante sus asombrados ojos azules un mural pictográfico, realizado con carbón vegetal. Este representaba una flota de barcos detallada, en perspectiva y bien nítida, con palabras y otras fechas incluidas en el mismo espacio, un nuevo enigma a desentramar.
En la tarde, la filmación estaba dedicada a una comida tradicional campesina, varias tomas en un “almendrón” y a seleccionar a un adolescente que nos acompañaría a la próxima aventura espeleológica, y así se hizo.
Para este día, la subida era igualmente vertical, pero algunos metros por debajo de Guevara. El muchacho resultó ser todo un escalador en su primera experiencia de este tipo, fue de los primeros en llegar arriba y ayudar con las mochilas.
Muy pronto se abrió ante nosotros el primer salón de Geda, ideal para campamento. Dejamos la mayor carga y nos adentramos en la “cristalería” del segundo nivel, no sin antes filmar al inerte y brilloso cangrejito fosilizado y la paleta que semeja la boca de un tiburón gigante con todas sus hileras de dientes, todo un regalo a la vista.
Como gatos trepamos todos hacia el segundo nivel, justo hasta el salón de Los Cristales, el cual llevó tiempo filmarlo por tanta belleza. Fue una faena agotadora, llena de explicaciones sobre la formación de cada uno de los espeleotemas al joven y curioso aprendiz de espeleólogo.

Para sorpresa de Raudel, justo al lado de la fecha mencionada, se abría ante sus asombrados ojos azules un mural pictográfico, realizado con carbón vegetal. Este representaba una flota de barcos detallada, en perspectiva y bien nítida, con palabras y otras fechas incluidas en el mismo espacio, un nuevo enigma a desentramar.
En la tarde, la filmación estaba dedicada a una comida tradicional campesina, varias tomas en un “almendrón” y a seleccionar a un adolescente que nos acompañaría a la próxima aventura espeleológica, y así se hizo.
Para este día, la subida era igualmente vertical, pero algunos metros por debajo de Guevara. El muchacho resultó ser todo un escalador en su primera experiencia de este tipo, fue de los primeros en llegar arriba y ayudar con las mochilas.
Muy pronto se abrió ante nosotros el primer salón de Geda, ideal para campamento. Dejamos la mayor carga y nos adentramos en la “cristalería” del segundo nivel, no sin antes filmar al inerte y brilloso cangrejito fosilizado y la paleta que semeja la boca de un tiburón gigante con todas sus hileras de dientes, todo un regalo a la vista.
Como gatos trepamos todos hacia el segundo nivel, justo hasta el salón de Los Cristales, el cual llevó tiempo filmarlo por tanta belleza. Fue una faena agotadora, llena de explicaciones sobre la formación de cada uno de los espeleotemas al joven y curioso aprendiz de espeleólogo.

El objetivo principal era filmar los pequeños lagos colgantes con nosotros dentro. Solo pensábamos en cuál sería la temperatura del agua, pues ya la profundidad del más grande la conocíamos, 12 metros.
Sin dudas esta fue una cueva muy hermosa, hoy con muchas de sus bellezas en estado de descalcificación y lagos fósiles donde se aprecian los niveles que alcanzaba antaño el agua.
Por fin llegamos. Gildas una vez más cámara en mano, overoles fuera y el frío impacto del agua helada en nuestros cuerpos. Todo fue filmado, me imagino un Oscar a las expresiones de la cara de cada uno al atravesar la superficie del agua. Debe haber quedado muy realista.
Aplacamos un poco el frío con unos tragos de Havana Club, para luego pasar al segundo lago, el más profundo, ahí se hicieron algunas tomas sumergidas, muy rápidas, pues el frío no permite mucha estancia en tan cristalinas aguas.
Solo quedaba el descenso, muy fácil y rápido, ya éramos todo un equipo muy bien coordinado. Creo que por primera vez catalogaría una actividad como esta de perfecta, con excelente comunicación, incluso sobrepasando las barreras del idioma.
Luego de las últimas tomas en el valle, nos hicimos las fotos de grupo, cada uno habló acerca de lo que experimentó en cada momento. Brindamos con una cerveza en un bello mirador campestre y nos despedimos con nostalgia, satisfacción y la promesa de que, en 3 meses, tendríamos en la mano el documental.
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