Con este dulce nombre se conoce una elevación atípica, ubicada a 12 km al norte de la localidad pinareña de Pons; sus pobladores, campesinos dedicados al cultivo del tabaco, viven rodeados de una exuberante y magnánima naturaleza, interrumpida de vez en cuando por algún que otro espeleólogo.
Varios espeleólogos de Pinar, Hilario Carmenarte, Yusnaviel García (el Chispa) Raudel del Llano y yo, infiltrada de La Habana, nos reunimos para visitar las cuevas ya localizadas años anteriores, en los alrededores de la base del Pan de Azúcar.
Cerca de las 4:00 pm logramos atrapar un transporte rumbo a La Palma, este nos servía solo hasta Viñales, pero ya era un tramo adelantado, que nos facilitaría el poder llegar a un sitio adecuado para campamento.
Ya en Viñales, luego de saludar a algunas amistades, montamos en otro camión con destino directo a Minas de Matahambre. En el camino pudimos deleitar nuestra vista con una colorida puesta de sol, al momento que la temperatura descendía.
Llegamos a Pons de noche, caminamos cerca de 1 km para llegar casa de unas viejas amistades de Hilario Carmenate, presidente del Comité Espeleológico de Pinar del Río y del grupo espeleológico Guaniguanico, que iba al frente de esta expedición.
Era la casa de los campesinos Amparo Machín, Alfredo Miranda y su hijo Ángel Rosendo Miranda (el Coco), quienes nos acogieron con alegría y unas yucas hervidas que deleitaron nuestro paladar, acompañadas de unos buenos espaguetis que cocinamos nosotros para todos. Nos acomodamos a dormir después de una extensa sobremesa en que se recordaron historias de expediciones anteriores a este mismo lugar, incluso con la participación de espeleólogos de varios países.
Ya a las 5:00 am estábamos en pie, pues a las 6:30 debíamos abordar una carreta guiada por un tractor, que recorrería los 12 km que nos separaban del lugar, objeto de la expedición.
Por fin sobre las 7:00 am, nos bajamos justo frente a la impresionante elevación conocida como Pan de Azúcar, le hicimos algunas fotos y ubicamos el campamento en la antigua vivienda casi abandonada de los campesinos que el día anterior nos brindaron su confortable y nueva morada. Soltamos las pesadas mochilas, merendamos algo ligero y salimos rumbo a las cuevas ya conocidas anteriormente, para realizarle nuevas inspecciones en busca de arte rupestre y otros elementos históricos.
Por el camino dimos con la casa de Erótido Martínez, quien nos guió hasta la cueva conocida como de Los Petroglifos. Por el camino nos contó una historia acerca de La Siguapa, interesante ave nocturna similar a una lechuza, grande y de color cenizo que recoge del suelo guijarros pequeños con las patas y se los lanza a las personas que se acercan a su nido, lanzando después un estridente chillido. Esto lo hace para alejar a los extraños cuando tiene crías pequeñas que proteger.

Luego de la historia y la amena charla, visitamos también la cueva de La Lechuza, donde Hilario encontró una representación, al parecer zoomorfa, de una pictografía algo decolorada quizás por el tiempo de antigüedad. Se tomaron algunas fotos de la representación pictográfica y del sitio en sí y luego nos retiramos a continuar la búsqueda de nuevos sitios con grafía alegórica al arte rupestre.
Desgraciadamente la búsqueda nos tomó el resto de la mañana y parte de la tarde, y fue en vano. Revisamos varias solapas localizadas en la cercanía del sitio y otras más alejadas dentro de la zona de estudio y no encontramos nada más.
El recorrido se interrumpió con la puesta del sol, nos retiramos al campamento a preparar algo de comer y descansar un poco para, en la mañana del día siguiente, continuar con el resto de los planes. A esta expedición le dedicamos un fin de semana, y la mañana del domingo se presentó soleada y bonita para hacer fotos, éramos un equipo de 4 espeleólogos, y decidimos dividirnos para abarcar mayor área de búsqueda y realizar así otras labores.
En nuestro recorrido hicimos interesantes fotografías de paisajes naturales, pintados de un verde exclusivo de esta zona, salpicada por las aguas del rio Cimarrones; este viene desde Palmarito, cambiando su nombre al llegar al hoyo de los Cimarrones. Fueron fotografiados dos tipos diferentes de chipojos (camaleón de gran tamaño que cambia el color de su cuerpo en dependencia del ambiente donde se encuentre, puede llegar a tomar tonos azulados).
También descansando sobre una artística roca, que interrumpía el cauce del rio justo en el centro, Raudel del Llano logró capturar con su cámara otro reptil conocido como lagarto de río (Anolis Vermiculatus), endémico del occidente cubano.

Por su parte Yusnaviel García (el Chispa) logró fotografiar y clasificar un sinnúmero de anfibios y reptiles, encontrados en cada una de las solapas revisadas.
Ya cerca de las 12:00 del día recogimos el campamento, y mochila a la espalda salimos al camino con la esperanza de atrapar algún transporte extraviado por esos lejanos lares.
Pero el camino se hacía cada vez más largo y el sol más intenso, y solo avistábamos bellos paisajes, oíamos el trinar de la variada fauna de aves que vivía libre en este paraíso y algún campesino a caballo que nos saludaba afectuosamente al pasar cerca de nosotros.
Así llegamos hasta las ruinas del cafetal El Carmelo, que había pertenecido a Francisco (Pancho) Marty, tratador de esclavos.
Este hombre les enseñaba a sus cautivos un oficio y después los vendía en el mercado negrero a un precio más alto.
Estas ruinas datan del siglo XIX y aún se conservan paredes y cimientos de lo que fuera la casa de vivienda de esta familia, que tristemente perdió a su pequeña hija con solo 9 años de edad, nombrada Paula Siliaca.
Hay varias historias acerca de este cafetal, que nos contaron amablemente los moradores de una nueva casa construida delante de los gruesos muros originales del ya mencionado inmueble, Caridad Rodríguez y Enrique Ramos.
Al menos tres familias diferentes vivieron en este sitio y todas perdieron a un familiar querido, luego de esto se mudaban y venía otra a ocupar estas espaciosas tierras, así sucedió por años.
Estas amables personas nos hablaron también de un cementerio ubicado al pie del lomerío que bordea las tierras del cafetal.
De los restos arquitectónicas del almacén y dormitorio de los esclavos, nos cuenta que se han realizado excavaciones arqueológicas por entendidos en la materia, de diferentes instituciones de Pinar del Río.
Pero al menos ese día no contábamos con el tiempo necesario para visitar todas estas maravillas arqueológicas que se atesoran en este interesante lugar.
Solo logramos fotografiar unos esgrafiados incisos en un antiguo y destartalado tanque de agua, estructurado de piedras y mampuesto, cercano a la casa de vivienda.
Degustamos un café preparado amablemente por Caridad, que coló mientras dábamos un corto recorrido por el terreno cercano al río Pan de Azúcar que va exactamente desde La Pimienta hasta Cimarrones y atraviesa las tierras de esta extensa finca.
La abundancia de aves en el área, entre ellas los carpinteros jabados y verdes que picoteaban los troncos de los altísimos árboles frutales, reclamaban con sus cantos nuestra curiosa vista.
El entorno de ese lugar era increíble, nos sentimos tan bien en ese sitio, tan tranquilo y natural que se nos hizo difícil la despedida.
De hecho prometimos una visita más extensa para junio, cuando ya madurarían los frutos de los cargados árboles de mamey colorado y santo domingo.
Al cruzar el umbral de este mágico sitio, retomamos nuestra caminata hasta La Pimienta, donde cerca de las 8:00 pm nos recogió un ómnibus que nos llevaría hasta la ciudad de Pinar del Río.
Con esto casi terminábamos nuestra expedición, cansados por la extensa caminata, las cámaras cargadas de imágenes, difíciles de tomar en otros lugares y la mente cargada de ideas para nuevos trabajos que quedaban por realizar en esta inmaculada zona.